Desde la Red Jesuita con Migrantes en Latinoamérica y el Caribe, cada año nos unimos a las voces de diversas organizaciones y personas que alrededor del mundo seguimos buscando que la vida y dignidad de todos los seres humanos sea respetada y valorada. Como nos recuerda el Papa Francisco para la Jornada Mundial de migrantes y refugiados del presente año, lo que buscamos es que toda persona sea “libre de partir, libre de quedarse”, “libres de elegir si migrar o quedarse”.
Desde hace más de 20 años se conmemora el 20 de junio como Día Mundial de los Refugiados con el propósito de llamar la atención de la humanidad en su conjunto sobre la vulneración de los derechos y la dignidad de las personas que obligadas a migrar se encuentran en situación de desplazamiento forzado, con necesidad de protección internacional, solicitantes de asilo y refugiadas. Se celebró por primera vez, a nivel mundial, el 20 de junio de 2001, en conmemoración del 50 aniversario de la Convención sobre el Estatuto de los Refugiados de 1951.
Desde la Red Jesuita con Migrantes, como este esfuerzo de colaboración de muchas personas en el continente, llamamos la atención sobre algunos elementos centrales:
Una realidad central para la humanidad: “de acuerdo con el informe Tendencias de ACNUR (2022), 108,4 millones de personas han sido desplazadas por la fuerza”.
Evidencia de la importancia del derecho al asilo en la región: “6 de los 10 países de origen de las nuevas solicitudes de asilo son latinoamericanos”.
Causas y causantes que permanecen: “en las Américas se agudizan las condiciones que obligan a las personas a salir de su hogar”.
Realidades por afrontar: “la respuesta de los Estados aumenta la desprotección”.
Retos para trabajar conjuntamente: “la región cuenta con estándares que le permiten ser un referente para el mundo”.
Hacemos una invitación para leer y compartir el comunicado de la RJM para este día.
Reconocemos que en el campo de la movilidad humana existen procesos de migración voluntaria para estudios, trabajo y otras dimensiones de las personas. Sin embargo de lo que estamos hablando aquí es de la migración forzada por violencias que atentan contra la vida y dignidad de las personas.
Cada vez es más evidente lo que se conoce como la “zona gris” en términos de la realidad de la migración forzada. Esto tiene que ver con las distintas y diversas causas que obligan la movilidad de las personas en el mundo en general y en América en particular. De hecho esta conversación llevó a la Red Jesuita con Migrantes a movilizar recursos y personas en todo el continente para la realización de una investigación que pueda dar pistas para la acción cotidiana. En los próximos meses estaremos compartiendo los resultados de este esfuerzo de colaboración de muchos países, organizaciones y personas vinculadas al mundo académico y al servicio directo de las personas migrantes forzadas.
Entonces la distinción de los términos no es una cuestión sin importancia, pues tiene implicaciones para los Estados, para las organizaciones y sobre todo para las personas que viven dichas realidades. Lo importante es reconocer que las necesidades de protección de las personas particulares que han tenido que huir de sus territorios están en relación con las posibilidades de acceso a los derechos que garanticen dicha protección. Comprender las categorías implica en la práctica un tipo de acompañamiento diferenciado, es decir requiere de capacidades específicas para hacerlo.
La investigación a la que hacemos referencia lo que se propuso fue: ofrecer recomendaciones acerca de cómo manejar teórica y operativamente la cada vez más difícil distinción entre migración forzada y refugio.
Es importante señalar que lo que encontramos es que muchas de las categorías que se usan están desfasadas con relación a las causas, vacíos de protección, acceso a los derechos y dinámica de los flujos. El año entrante se conmemoran 40 años de la Declaración de Cartagena, que es un instrumento propio de esta región del mundo que ha permitido avances en este sentido y que también nos plantea retos importantes para responder a la realidad actual del continente.
Finalmente, es importante resaltar las voces de las personas refugiadas, solicitantes de asilo, en situación de desplazamiento forzado, con necesidad de protección internacional, para que desde su propia agencia puedan ayudarnos como humanidad a caminar hacia horizontes de reconciliación. La cultura de la hospitalidad es un elementos que encontramos pertinente en dichos procesos.
En nuestro continente, desde Estados Unidos y Canadá, pasando por México y Centro América, desde Venezuela y Brasil, la región de los Andes, hasta Chile y Argentina, llegando hasta España, y desde distintos lugares del mundo miles de personas y organizaciones se movilizan para, junto con las personas migrantes forzadas, desplazadas y refugiadas, buscar caminos de hospitalidad, procesos de integración y horizontes de reconciliación que mejoren a nuestras sociedades en su conjunto.
Comments